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jueves, 2 de mayo de 2013

Azorín y la novela digresiva


La novela digresiva se caracteriza por los movimientos digresivos en la narración, es decir, la exposición de ideas, reflexiones o comentarios al margen de la historia que se está contando. Esto influye en la linealidad de la exposición, en la sucesión de los acontecimientos o en la progresión de la trama. En la novela digresiva se narra una historia pero el autor se desvía de la trama a través de argumentos, hojas de diario, ensayos, etc.
El autor J. A. G. Ardilla señala El Quijote como primer ejemplo de novela digresiva en España, ya que la voz narradora se sustrae de la trama para dar paso a las divagaciones del autor. Añade además que Cervantes rompe la linealidad cronológica y da paso a varias voces narradoras. Otro ejemplo de digresión es El lazarillo de Tormes, ya que también rompe esa linealidad cronológica a la hora de contar la historia.
No obstante, el autor indica a Azorín y Unamuno como innovadores del Modernismo, aunque nos centraremos en el primero de ellos. J. A. G. Ardilla indica que en La voluntad de Azorín, el autor rechaza el modelo genérico de la novela realista, que se concebía como un movimiento narrativo. En La voluntad Azorín mantiene conversaciones con su maestro Yuste, lo que supone una digresión reflexiva dentro del relato. El autor señala a su vez que Azorín se sitúa a favor de lo digresivo y las divagaciones, donde se pone en práctica en Las confesiones de un pequeño filósofo a través de la superposición del autor y del personaje. En esta obra el protagonista es el yo lírico del autor, y toda la novela es una digresión, ya que no cuenta una fábula. En esta obra desaparece la trama en línea recta y la objetividad, características propias del Realismo. Azorín insistió en la necesidad de prescindir de trama, y por lo tanto, lo que prevalece en sus novelas es la digresión.

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