Será por el cariño que supone llenar las estanterías de libros, cargar con éste en el transporte público, pasar las páginas con su olor característico o simplemente por la tradición que supone. La pantalla, al fin y al cabo, me sigue resultando impersonal, dura, fría y pálida, y no me transmite la sensación de calidez que me produce un libro tradicional. Es como si a través de las páginas la historia se volviera más real, más cercana, más sólida y verosímil.
Son muchos los que se preguntan si el papel seguirá existiendo, en esta época tecnológica y digital en la que vivimos. Y yo creo que mientras haya personas que sigan escribiendo libros, seguirán publicándose en ese soporte. Yo, por lo menos, seguiré comprándolos.
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