Luis García Montero |
Nos encontramos ante un poema de Luis García Montero. Además de un prestigioso poeta es un consagrado columnista de opinión y ensayista. Nos proponemos a analizar un poema titulado “Hombre de lunes con secreto”. Sin duda hace que tengamos otra mentalidad de los lunes en sentido metafórico y una visión más positiva en sentido estricto. Un poema amoroso ambientado en la ambigüedad de un lunes.
Este lunes de Abril templado y diligente
muy de mañana, sin haber dormido.
Por la cafetería cruza el buitre
de los horarios laborales,
entre tazas, tostadas y periódicos
se discuten las últimas noticias,
y el hombre del secreto
se sumerge en el túnel de una nueva semana.
Deshoja el bienestar de su café
sonríe a quien le mira, se consuela,
porque tiene un secreto.
Una primera fase que anima al lector a continuar, a sentirse inmerso en la lectura, a sacar lo mejor de cada uno. Una perfecta descripción de lo que es la mañana del primer día de la semana y la sensación por un lado de trabajo por delante y por otra de recuerdos del día pasado que cada vez vemos más lejos. Nos anuncia un secreto, ese secreto que diferencia a ese hombre del resto de seres que en ese momento le rodean. Algo que le hace especial.
Los cuerpos juveniles son presente,
pero nos llega impuesta del pasado
la inocencia arbitraria de sus conversaciones.
El hombre del secreto lo comprende
camino del trabajo,
cuando los estudiantes llenan el autobús
y un tumulto de cuerpos con la cara lavada
se apodera del lunes.
Los ve crecer, observa
como un grito de incógnita en sus ojos,
una inquietud después desvanecida
por usura del tiempo.
Vivir es ir doblando las banderas.
La incertidumbre y ambigüedad continúa en el poema. La descripción perfecta que rodea al hombre del secreto. El hombre cerca de llegar al trabajo, ve personas y personas cada uno que se dirige a su destino, su destino que puede o no ser el mismo todos los días de la semana. Especial importancia debemos dar a la última frase, a una perfecta definición de la vida. Un reto al que nos enfrentamos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Una sensación que está perfectamente definida por nuestra actitud ante ella, el valor que tengamos para enfrentarnos a las cosas e ir superando los grandes retos, los mismos retos que nos hacen ser cada vez más grandes.
El hombre de los ojos encendidos
se hiere con las rosas académicas,
consigue entre saludos, puñales y cipreses
cruzar el campus universitario,
recorre los pasillos en busca de su aula
de su clase,
pero tiene un secreto
y el tema diecinueve se convierte
en materia de asombro,
poemas que se escapan de la página,
versos que llegan a la cima
de una mirada en vilo,
alguien que deja los apuntes
y los libros de texto,
para cerrar las manos hasta herirse
con otra rosa viva
mucho más inclemente,
la rosa de un secreto en el alma de un lunes.
Conocemos verdaderamente en la situación de nuestro protagonista. El hombre una vez que llega a la universidad se dirige a un lugar concreto, un aula. El secreto continúa y esto se envuelve con la sensación del lunes. Una relación del protagonista y otra persona, alguien importante que le hace cambiar la actitud. La literatura es superada de la realidad que se escapa del texto. La otra persona le hiere.
Abre la puerta del despacho
y los libros sonríen como cómplices viejos.
En ellos ha leído lo que siente,
solo literatura descentrada.
Pero esta vez no,
esta mañana no,
y el hombre del secreto al levantarse
se miró en el espejo,
y descubrió el enigma
de sus extraños ojos encendidos,
y se dijo que no,
esta vez no.
Ya en el despacho solo los libros parecen conocer su pensamiento. El secreto cada vez nos produce más intriga, un enigma que parece no tener fin. Algo le preocupa y considera que esta mañana las cosas van a ser diferentes. Este lunes algo iba a cambiar, no, no iba a ser un día cualquiera.
¿Y la ciudad? Abierta
de luz, cuerpo tendido,
ha cambiado de piel en la ventana.
Y no será paciencia, ni callejón nocturno,
ni día laborable de tráfico dudoso.
Así que va al teléfono,
busca la tinta azul del numero apuntado
en el carnet de conducir,
la condición de un lunes
que ya no tiene voluntad de fecha
sino de fruta, de sabor en los labios.
Me resultan totalmente ingeniosos estos versos. El lunes ya no tiene su valor de siempre, lo ha perdido porque alguien ha querido que así fuera. Una descripción minuciosa de lo que hace, algo que va a ser realmente trascendental, algo meditado, quizá no lo suficiente. Finalmente unos labios que simbolizan a una mujer. Esa mujer que antes personifico en una rosa que hiere. Y esta mujer le ha cambiado el lunes dándole un sentido completamente diferente y que puede hacer que ningún lunes vuelva a ser como aquel en el resto de su vida.
El hombre del secreto marca y dice:
-Buenos días, soy yo, he terminado-.
Sin palabras, así nos quedamos al terminar de leer los últimos versos. Unos versos distantes, fríos que dejan la historia abierta, sin final, sin descubrir realmente el secreto. Una llamada que sin duda es definitiva y tajante. Saluda, se identifica y con una palabra transmite el mensaje que lleva pensando, un fin. El final de algo que le absorbe y conmueve. Un poema que nos hace ser concientes de hasta que punto la literatura es parte de la vida y nos pertenece cada día más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario