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jueves, 2 de mayo de 2013

La Voluntad, Azorín


El argumento de la novela es insustancial, demasiado tenue y se basa en la reflexión y la sensibilidad que se define en la personalidad de Yuste en la primera parte y de Antonio Azorín en lo sucesivo.
La voluntad testifica la obsolescencia de la novela tradicional, anticipa lo que serán la novela lírica y vanguardista y es el modelo de la llamada” novela pedagógica”. Es una novela de la España negra, mazorral y profunda, trabajada por el estoicismo y la tristeza.
La pareja de Yuste y Azorín consiste en una larga cadena de reflexiones acerca del sentido y los horizontes del ser de España en un ámbito ideológico.
Azorín asume la rutina y la inercia de lo vulgar: matrimonio con la Iluminada, mezquinidad del medio rural, ideología conservadora mostrenca. Su degradación se simboliza en las litografías religiosas que adornan su casa y en su asentamiento resignado en el asunto del estandarte del Santísimo.
La novela en sí describe como luchan los personajes por encontrar una solución vital. Un hombre que está roto psicológicamente y trata de incorporarse a la vida de un ambiente extraño para él. Se pregunta el porqué de su existencia. Su vida misma se convierte en la crónica de toda una generación española.
En la primera parte se limita a hacer una descripción de la ciudad (Yecla) con todos los elementos que componen a una ciudad de la época religiosa de entonces.
Utiliza a Puche y Justina para explicar el sentir del hombre ante el mundo. Puche es un viejo clérigo de sesenta años con cara escuálida. Utiliza palabras untuosas, benignas, mesuradas y sugestivas. Justina es una moza fina y blanca que parece que siente pasión por Azorín pero acaba dedicándose al aspecto religioso y metiéndose en un convento. A través de conversaciones entre ellos refleja el anhelo del hombre ante la riqueza, cómo se acongoja vanamente y cómo los animales son más felices que los hombres. Trata la idea de que la sencillez ha huido de nuestros corazones. Hace alusiones a la Biblia con pasajes de Jesús para reflejar las andanzas y pensamientos de los personajes.
Azorín es un mozo ensimismado y taciturno que habla poco y reflexiona mucho. Escucha mucho al maestro y tiene su espíritu saturado de tristeza. El maestro le aconseja que todo pasa, que el tiempo tampoco es eterno. La eternidad no existe. Donde hay eternidad no puede haber vida. Vida es sucesión de tiempo y el tiempo cambiante siempre es la antítesis de eternidad, presente y siempre. Él es un periodista representativo de la época pero es anárquico.
La novela trata aspectos profundos y psicológicos a través de los diálogos del maestro con los personajes. Para el maestro la sensación crea la conciencia y la conciencia crea el mundo. No hay más realidad que la imagen, ni más vida que la conciencia. No importa que la realidad interna no acople con la externa. El error y la verdad son indiferentes. La imagen es todo. Y así es más cuerdo el más loco.
Entre sus conversaciones también tratan temas  de los hombres en sociedad. Si cambiamos el medio de hacer las cosas, podemos conseguir que el trabajo y el placer se complementen y cambien al hombre. La fuerza es lo que mantiene el miedo, de la fuerza brota la propiedad, y de la propiedad el Estado. Tratan temas sociales que afectan a las personas como el poder, la regeneración de España, la no creencia en los valores para conseguir una sociedad eficiente.
Tanto Yuste como Azorín son en la novela espíritus avanzados, progresivos, radicales. En ellos hay cierta inquietud, desasosiego, reacción contra la idea fija. El personaje de Iluminada es una voluntad espontánea y libre. 
Al morir al final de la primera parte Justina y Yuste, Azorín tras pasar por duros momentos como un descabellado romántico y con el espíritu apagado, comienza a centrar su cabeza y sus pensamientos hacia Iluminada. A raíz de los acontecimientos y ya en la segunda parte el autor nos muestra a Azorín como periodista por Madrid. Lo que le inspira más repugnancia es la frivolidad, ligereza, la inconsistencia del hombre de letras. Para él, un político es un hombre que se mueve mecánicamente, que pronuncia inconscientemente discursos y hace promesas que no va a cumplir. Él es un revolucionario y crítico de la sociedad en la que se rodea y la única salida que encuentra para soportar esto es la literatura. Dice que el periodismo ha sido la contaminación de la literatura. Tras diez años en la capital de España, hastiado de periódicos y libros regresa  de nuevo al pueblo y cada vez más decepcionado. 
Tanto en la presentación del aniversario de Larra como con sus profundas meditaciones en la Biblioteca Nacional, las conclusiones a las que llega Azorín por sus pasos por Madrid es que su pensamiento está vacío. Siente una disgregación de la voluntad y de su personalidad. Yuste influyó en él y en su espíritu y Justina hizo también que se rompiera su propia voluntad. Le faltaba la fe y no creía en el progreso.
La parte tercera del libro está constituida por fragmentos sueltos escritos a ratos perdidos por Azorín, con su espíritu perdido y extraviado. Unas cartas del propio Martínez Ruiz a Pio Baroja nos permiten intuir el final de la novela en las que Azorín pierde la voluntad.

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